Drones: Maquinas que Matan
Los drones han abierto la puerta a innumerables aplicaciones que antes eran inconcebibles. Sin embargo, muchas aplicaciones de drones que hoy vemos en noticias y películas están más cerca de ser prototipos y demostraciones hechas por investigadores que servicios reales que se estén utilizando de manera habitual.
Los conflictos militares como los de Gaza, Libia o Siria son titulares habituales. Otros no lo son tanto. Pero poco se habla de que, en casi todos estos enfrentamientos, se están empleando drones también llamados UAV, acrónimo inglés que hace referencia a “vehículo aéreo no tripulado”. Tal es su influencia, que están cambiando las reglas de la guerra.
La idea de los ataques aéreos es un sueño militar de siglos, y se remonta a las cometas de fuego hábilmente empleadas por la dinastía Han en el siglo 2 antes de Cristo.
Después, permaneció latente casi dos mil años, hasta que Benjamin Franklin recuperó el concepto a finales del siglo 18, y lo compartió por carta con una pareja de hermanos con los que se escribía: los Montgolfier.
Desde entonces, el uso aéreo de los globos aerostáticos y de la posterior aviación, se vio como una gran ventaja a tener en cualquier ejército. Pero a la idea de los drones, tal y como los conocemos hoy en día, aún le quedaban unas alegrías y decepciones más.
Tenemos que viajar en el tiempo hasta la guerra de Vietnam para conocer uno de los principales impulsos. El conflicto dio a luz el programa más sofisticado de vigilancia con aviones no tripulados en la historia de la aviación. Durante la década de 1960, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos comenzó a automatizar el campo de batalla con sensores remotos y superordenadores para escuchar los movimientos del enemigo o manejar aviones no tripulados Firebee en los cielos vietnamitas. Tras muchos debates internos en el seno de la cúpula militar de EEUU, ya nunca se abandonó el empleo de este tipo de armas.
Posteriormente, los drones militares tuvieron un papel protagonista en la lucha antiterrorista tras el 11 de septiembre. En ella, quedó patente su utilidad para una permanente vigilancia de vastos territorios, el seguimiento silencioso de objetivos, y su asesinato.
Han demostrado tal eficacia, que en los últimos años se ha intensificado su uso no solo en combate de células terroristas, sino contra ejércitos regulares. Y, como muestra, dos ejemplos:
El primero de ellos es un viejo conocido en las noticias internacionales. Se trata de la guerra de Siria. En ella, a comienzos del año 2020, cuando Turquía desplegó sus drones para bombardear las defensas de Al Assad, ocurrió un punto de inflexión en el conflicto en contra de este último. Las naves otomanas aplastaron a las defensas sirias.
A finales de ese mismo año, en Nagorno Karabaj, una región estratégica del Cáucaso, tuvo lugar la guerra entre Armenia y Azerbaiyan. La república azerí no es reconocida como una gran potencia militar. Sin embargo, en los últimos años se ha aprovisionado de varios drones militares de manufactura israelí y, sobre todo, turca. Su impacto sobre las anquilosadas y obsoletas defensas armenias ha sido devastador.
Con una novedosa técnica llamada holgazaneando, Armenia no tuvo ninguna opción. Esta técnica consiste en el empleo de pequeños drones en enjambre, que se lanzan como kamikazes contra los objetivos enemigos. Tal y como se aprecia, Turquía está emergiendo como una de las potencias principales en el uso de estas máquinas de guerra.
El empleo de los drones plantea numerosas cuestiones éticas y cambia totalmente las reglas de la guerra. Una nación puede atacar a otra desde miles de kilómetros de distancia. Los operadores de estas armas son soldados situados en una base militar en su propio territorio, en el que, en un entorno que imita al de un vídeojuego, deciden sobre qué enemigos y objetivos hay que abatir.
Con estas naves, el conflicto se vuelve asimétrico, y en un bando se juegan cientos de víctimas, y en el otro ningún soldado corre riesgo. Quizás ahora se entienda por qué los líderes políticos son tan amigos de los drones. La justificación de movilización de tropas y de pérdida de vidas humanas de sus ciudadanos carece de valor. No hay víctimas, ni escándalos mediáticos.
En la guerra de Ucrania, uno de los últimos drones que llamó la atención fue un dron terrestre. El vehículo blindado logró realizar 300 disparos contra soldados rusos en un determinado enfrentamiento el pasado mes de agosto. Según un informe del Wall Street Journal, estos robots se utilizan, por supuesto, para atacar a las fuerzas enemigas, limpiar y colocar minas terrestres y rescatar a soldados heridos.
El dron terrestre utilizado en el ataque, fabricado por una empresa ucraniana, consistía en una ametralladora Browning acoplada a un vehículo que se asemejaba a un quadriciclo. Después del ataque, el vehículo volvió a sus controles remotos en la Quinta Brigada de Asalto de Kiev y desde entonces ha sido reutilizado varias veces.
Desde la invasión rusa, Ucrania ha revolucionado la guerra con el uso de drones en el aire y en el mar. Ahora quiere hacer lo mismo con los vehículos terrestres no tripulados, o U G V, con el objetivo de replicar el enfoque de bajo costo de producción, y de fabricación nacional.
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